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MADAMA BUTTERFLY

de Giacomo Puccini

Madama Butterfly es una de las óperas más queridas de Puccini y uno de los títulos más representados en todos los teatros del mundo.

Compuesta por Giacomo Puccini (1858-1924), se estrenó en febrero de 1904 en el Teatro allà Scala de Milano con un gran fracaso que llevó al compositor a hacer una revisión a fondo hasta dejarla en la versión que se escucha hoy en todas partes.

Madama Butterfly está ambientada en la ciudad de Nagasaki a principios del siglo XX y explica la historia de un amor desgraciado, el de una geisha japonesa de quince años (Butterfly, Cio-Cio-San) que se enamora de Pinkerton, un oficial de la Marina americana con quien se ha casado según una ley japonesa que permite el repudio. La obra se centra principalmente en el personaje de Butterfly, una figura frágil y sensible con una capacidad de amar y una delicadeza admirables.

MADAMA BUTTERFLY

Giacomo Puccini (1858-1924)
11/01/2024 – 12/01/2024

Ópera en tres actos (sobretitulada en castellano).

Texto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, basado en la obra de teatro del dramaturgo David Belasco, Madama Butterfly.

Estrenada en el Teatro alla Scala de Milán, el 17 de febrero de 1904.

Durada aproximada: 2 h 45 min.

Acto 1: 55 min.
Descanso 25 min.
Actos 2 y 3: 85 min.

REPARTO

Carmen Solís

Cio-Cio-San

Vicenç Esteve

B. F. Pinkerton

Carlos Daza

Sharpless

Anna Tobella

Suzuki

Jorge Juan Morata

Goro

Cristòfol Romaguera

Il Principe Yamadori

Juan Carlos Esteve

Lo zio Bonzo

Laura Obradors

Kate Pinkerton

Alejandro Chelet

Il Commissario Imperiale

FICHA ARTÍSTICA

Dirección musical y del coro Daniel Gil de Tejada Adaptación sobretitulado Glòria Nogué
Dirección de escena y vestuario Carles Ortiz Regidor de escenario Jordi Galobart
Diseño de escenografía Jordi Galobart Realización de escenografía Raül Vilasis / Berta Vidal
Iluminación Nani Valls Realización de vestuario M. Carmen Muñoz
Vestuario Fundación Òpera Catalunya Maquillaje y peluquería Amparo López / Nani Bellmunt / Júlia Ramírez / Nerea Fernández
Maestros asistentes musicales Andrea Álvarez / Juli Rodríguez Producción Fundación Òpera Catalunya
Coro Amics de l’Òpera de Sabadell Orquesta Simfònica del Vallès

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sala de prensa

funciones

ENERO 2024

Santander, Palacio de Festivales de Cantabria

Jueves 11 enero, 19:30 h

Viernes 12 enero, 19:30 h

Playlist

òpera en construcció

Cápsula 1: Argumento

Cápsula 2: Música

Cápsula 3: Protagonistas

Cápsula 4: Escena

Galería de imágenes

MADAMA BUTTERFLY

La acción se encuentra en Nagasaki (Japón), a principios del siglo XX

 

ACTO PRIMERO

En una colina sobre Nagasaki, donde varios barcos de la marina estadounidense están fondeados, uno de los oficiales, el teniente Benjamin Franklin Pinkerton, conoce de primera mano las peculiaridades de la casa japonesa que acaba de comprar. Se abre y se cierra a placer, de modo que la casa se transforma constantemente (E soffito e pareti). Quien le enseña el habitáculo es un intermediario de matrimonios llamado Goro. Pinkerton, además de la casa, ha comprado una esposa: su nombre es Cio-Cio-San, pero es conocida como “Butterfly” (mariposa). Mientras Pinkerton espera para celebrar la boda, Goro le presenta a los sirvientes de la casa, una de las cuales es la fiel Suzuki (Sorride Vostro Onore?).

Sharpless, el cónsul de los Estados Unidos en Nagasaki, llega a la casa para asistir a la ceremonia (E suda e arrampica!). Los dos americanos brindan por su país, mientras Pinkerton explica su particular filosofía de la vida (Dovunque al mondo lo Yankee vagabondo). Sin embargo, el cónsul se preocupa por ver el concepto del matrimonio que tiene Pinkerton: para él, esta boda con la chica japonesa no es más que un entretenimiento. La boda de verdad la realizará más adelante, con una auténtica chica americana. Sharpless ha oído la voz de Butterfly en el consulado y sabe que la chica es sincera (Ed è bella la sposa?). Por eso advierte Pinkerton de que no hiera sus sentimientos (Sarebbe gran peccato).

Llega el séquito de la novia, una numerosa comitiva de parientes y amigos (Quanto cielo! Quanto mar!). Con mucha ceremonia, Butterfly conversa con los dos americanos (Gran ventura). Cuando le preguntan la edad confiesa tener quince años. Su padre está muerto (Goro añade discretamente que fue por invitación del mikado, el emperador) y, como la situación de la familia es precaria, ella ha tenido que trabajar de geisha (E abbiam fatto la ghescia). Sus familiares y amigos hacen mucho ruido y Pinkerton observa todo muy divertido.

Para Butterfly el matrimonio es completamente serio y manifiesta un extremado respeto por Pinkerton. Explica que ha ido a la misión cristiana, donde se ha convertido para, de este modo, adorar al mismo dios que su marido (Ieri son salita tutta sola). El Comisario Imperial y el Oficial del Registro llevan a cabo la boda (È conceso al nominato). Una vez terminado, marchan acompañados por el cónsul que, una vez más, recomienda a Pinkerton que trate a la chica correctamente y no le duela (Giudizio!).

Aparece de repente el Bonzo, sacerdote budista tío de la chica. Éste ha descubierto que Butterfly ha devenido cristiana y lo denuncia públicamente con mucho alboroto (Cio-Cio-San! Abbominazione!). Pinkerton le echa (Sbarazzate all’istante). Los parientes y amigos de Butterfly van renegando de ella (Ti rinneghiamo!). Cio-Cio-San permanece toda llorosa.

Pinkerton la consola (Bimba, bimba, non piangere) y, mientras cae la noche (Viene la sera), en un impresionante dúo de amor, la seduce completamente y entran en la casa, donde ella se entregará (Bimba dagli occhi pieni di malía).

 

ACTO SEGUNDO

Han pasado tres años desde que Pinkerton se marchó de Nagasaki y sólo Suzuki se quedó con Butterfly. La situación es desesperada, pero Butterfly se conforma estando en la casa y esperando a Pinkerton, convencida de que su marido debe volver (Un bel dì vedremo).

Llega Sharpless (Chiedo scusa), con una carta de Pinkerton para leerla a Cio-Cio-San, pero la lectura es constantemente interrumpida por los comentarios de la chica y, finalmente, por la llegada del Príncipe Yamadori, que quiere casarse con ella (Yamadori, ancla le pene). Pero ella lo rechaza porque dice que sigue casada con Pinkerton y, como tal, las costumbres japonesas no le afectan, sino sólo las leyes americanas.

Sharpless continúa con la carta, pero no puede acabarla (Ora a noi). Por último pregunta a la chica qué haría si Pinkerton no volviera. La simple idea la deja sin palabras y, para que el cónsul quede convencido, le presenta a su hijo (E questo?). Pinkerton no sabe nada del niño y Sharpless se compromete a enviarle las noticias. Butterfly está convencida de que esto le hará devolver.

El cañón del puerto es disparado, señal de llegada de un barco (Il cannone del porto!). Butterfly y Suzuki observan desde la terraza. Con el larga-vistas, Butterfly puede ver que se trata de la cañonera “Abraham Lincoln”, el barco de Pinkerton. Butterfly se siente vindicada y, junto con la sirvienta, decora toda la casa con flores del jardín a fin de dar la bienvenida a su esposo (Scuoti quella fronda di ciliegio). Butterfly, además, ordena a Suzuki que la vista como el día de la boda y, mientras se hace de noche, hace tres agujeros en la pared: uno para ella, otro para Suzuki y el tercero para su hijo. A través de los agujeros podrán observar la llegada de Pinkerton a la casa (Coro a bocca chiusa).

 

ACTO TERCERO

Se hace de día y Butterfly todavía está esperando. Suzuki y el niño se han dormido. La salida del sol despierta a la sirvienta (Già il sole!), que convence a Butterfly para llevar al niño a descansar.

Llegan Pinkerton y Sharpless. Encuentran a Suzuki, pero le dicen que no despierte a la señora (Chi sia?). Suzuki deja clara a Pinkerton la fuerza de la devoción de Butterfly por él. Pero de repente ve a una mujer esperando fuera: es Kate Pinkerton, la esposa, americana, del oficial. Pinkerton y su esposa han venido a preguntar si se pueden llevar al niño para ser criado en América (Io so che alle sue pene). Pinkerton, abrumado por el mal que ha causado, se marcha, dejando a los demás la discusión del tema (Addio fiorito asil).

Butterfly ha oído voces y sale de la casa. Al no encontrar a Pinkerton, interroga a Suzuki, pero las respuestas de ésta, el silencio del cónsul y la presencia de Kate le hacen adivinar la verdad (Vespa! Voglio che tu risponda). Está de acuerdo en entregar al niño, siempre que Pinkerton venga a buscarlo.

Sharpless y Kate se van y Butterfly se desespera. Ordena Suzuki que vaya a jugar con el niño. Cuando se queda sola, coge la espada ceremonial con la que su padre se quitó la vida. Cuando va para matarse, Suzuki le trae al niño, con la esperanza de salvar la vida de la madre (Tu? Tu? Piccolo Iddio!). Butterfly se despide de su hijo y le tapa los ojos. Luego, se clava la espada y muere justo cuando Pinkerton vuelve a entrar en la casa.

LA HEROÍNA QUE FALTABA

Cuando, el 17 de febrero de 1904, los espectadores de La Scala de Milán lanzaron a Puccini todo tipo de insultos, mofas, burlas y chistes durante la primera representación de Madama Butterfly, ignoraban que se encontraban frente a una de las diez óperas que en un futuro no demasiado lejano se convertiría en una de las más representadas en todo el mundo. Y así sigue, casi 120 años después de ese ruidoso y fracasado estreno.

Puccini había regalado ya las desgracias de Manon Lescaut en las desiertas tierras de Luisiana, muerta “sola, perdida, abandonada”; ya había hecho escupir sangre a una costurera llamada Lucia pero que todo el mundo conocía como Mimì, y que expiraría en una mansarda del Barrio Latino de París ante la desesperación del bohemio Rodolfo; y también había hecho saltar por las almenas del castillo de Sant’Angelo una Floria Tosca que siempre había vivido de arte y de amor. Antes de una china Turandot con el binomio Turandot-Liù, faltaba la heroína oriental, que no podría vivir con honor una vida sin honor. Y ésta no sería otra que Cio-Cio-San, la “Butterfly” rebautizada así por Pinkerton, un estadounidense sin escrúpulos, oficial de la marina y seguramente entomólogo de profesión y sin problemas a la hora de clavar a una esposa obtenida por intereses la fatal aguja que la lleva a una muerte trágica: un suicidio ritual, aderezado por unas notas de resonancias verdaderamente niponas, como reflejo de lo que es una ópera verista con todas las de la ley.

Ya lo había dicho el Prólogo al inicio de Pagliacci de Leoncavallo: “el autor ha buscado mostrarles un pedazo de vida”. Y eso sólo puede hacerse desde la verdad, al menos musical: si la obra se ambienta en Japón, Puccini debía recurrir a documentación sobre la música del país del sol naciente. Y así fue. Sin embargo, había un problema, el mismo de La bohème: ¿cómo canta una moribunda, sin desafiar a la más elemental de las leyes humanas, que impide cantar una tísica o una eviscerada? La respuesta está en dos palabras clave: emoción y melodrama.

Maestro del melodrama apoteósico y consciente de que la música, además de despertar emociones es emoción en sí misma, Puccini se limitó a seguir sus instintos y a servir a la pobre Cio-Cio-San con una de las músicas más inspiradas del compositor de Lucca. El resultado: las emociones y los pañuelos que afloran, con los lagrimales humedecidos, después de cada representación de Madama Butterfly. Con la salvedad de aquel fatídico 17 de febrero de 1904, tras el cual Puccini tomaría buena nota y reformaría (parcialmente) una partitura destinada a ser uno de sus grandes éxitos, todavía hoy. No es para menos.

 

Jaume Radigales

Profesor de la Universitat Ramon Llull y crítico musical

EL AMIGO AMERICANO

En Madama Butterfly aparecen dos tipos de personajes: japoneses y estadounidenses, dos nacionalidades hasta entonces exóticas en el mundo operístico, pero también en el mundo por lo general a principios del siglo XX. Estados Unidos marchaba con paso firme hacia el liderazgo mundial, mientras que Japón salía de su aislamiento ancestral y buscaba su sitio en un mundo que cambiaba a gran velocidad.

El argumento de esta obra maestra de Puccini nos muestra una película que sería habitual donde los americanos abusan de terceros. En aras de no sé qué costumbre deplorable, el teniente Pinkerton, de la armada estadounidense, elige pasar los tiempos que deberá permanecer en Nagasaki en buena compañía femenina, pero de forma ‘legal’, celebrando una boda de duración provisional. Pinkerton, uno de los personajes más despreciables del repertorio, lo resume muy bien, y con gran arrogancia, explicando su visión del “yanqui vagabundo”, que tiene el derecho a coger y exprimir el placer allá donde se encuentre. “Un credo muy fácil que hace disfrutar la vida pero entristece el corazón” le replica el cónsul Sharpless, el otro americano, hombre maduro y sabio con las calidades de los de su gremio. Poco ha cambiado, me temo, esa teoría hasta el momento presente.

El problema estalla cuando la esposa ‘provisional’, la jovencita Cio-Cio-San, de sólo quince años, se enamora del marido y se toma la pantomima en serio en una situación que llega a durar hasta tres años, los que Pinkerton tarda en volver, con una criatura que nació de aquella noche de bodas, adornada con el más espléndido dúo de amor de todas las óperas. El final ya lo sabéis y es conmovedor.

Puccini quiso adaptar la obra teatral Madama Butterfly: una tragedia japonesa, del autor estadounidense David Belasco (1853-1931), que había visto representada en Londres en el verano de 1900. Esta obra, a su vez, provenía de un relato corto, con el mismo nombre de la ópera, original de John Luther Long (1861-1927), publicado en 1898. En él, el escritor americano, recreaba la historia en base a los recuerdos de su hermana que , esposa de un misionero metodista, había residido unos años en Japón. Y aún hay más, la versión francesa. Pierre Loti (1850-1923), el famoso escritor francés de novelas exóticas, había publicado en 1887 Madame Chrysanthème, que también se desarrolla en Nagasaki y con un argumento muy similar, del que también bebieron los libretistas de Puccini. De ahí salió otra ópera, con el mismo título, una comedia lírica con música de André Messager (1853-1929), estrenada en París en enero de 1893.

Como podéis ver, el mundo de las fuentes literarias de Madama Butterfly de Puccini es muy diverso y también prolífico. Nuestra pequeña heroína japonesa ha estado bien acompañada, pues, y hoy en día, a pesar del gran fracaso del estreno, sigue siendo muy querida por el público ya que, a los sentimientos desgarradores de la obra se une una música brillante y emotiva como nunca, que se engancha a ti, espectador, y no te deja ni al salir del teatro.

 

Jordi Torrents

Vicepresidente de la A.A.O.S. Presentador, director y guionista de ‘Parlem d’Òpera’ en Radio Sabadell