de W. A. Mozart
de W. A. Mozart
ENTRADAS
OCTUBRE
Sabadell, Teatre La Faràndula
Viernes 21, a las 20:00 h
Santander, Palacio de Festivales de Cantabria
Viernes 28, a las 19:30 h
Sábado 29, a las 19:30 h
NOVIEMBRE
Barcelona, Palau de la Música Catalana
Martes 1, a las 19:00 h
Función Under 35
Lleida, Teatre de la Llotja
Viernes 4, a las 20:00 h
Barcelona, Palau de la Música Catalana
Sábado 5, a las 18:30 h
Figueres, Teatre del Jardí
Domingo 6, a las 19:00 h
Manresa, Teatre Kursaal
Miércoles 9, a las 18:00 h
Sant Cugat del Vallès, Teatre-Auditori
Viernes 11, a las 20:00 h
Granollers, Teatre Auditori
Domingo 13, a las 18:00 h
Reus, Teatre Fortuny
Martes 15, a las 20:30 h
Tarragona, Teatre de Tarragona
Domingo 20, a las 18:00 h
Don giovanni
Wolfgang Amadeus MOzart (1756-1791).
19/10/2022 – 20/11/2022
Drama jocoso en dos actos (Sobretitulado en catalán).
Texto de Lorenzo da Pontei basado en Don Juan, de Molière y más lejanamente de El burlador de Sevilla y convidado de piedra de Tirso de Molina.
Estrenada en el Teatre Nostitz de Praga, el 29 de octubre de 1787.
FICHA ARTÍSTICA
Don Giovanni | Carles Pachón | ||
Leporello | Fernando Álvarez | ||
Donna Anna | Tina Gorina | ||
Don Ottavio | César Cortés. Marc Sala (a les funcions del 23/10/22 – La Faràndula Sabadell i 11/11/22 – TA Sant Cugat) | ||
Dona Elvira | Maite Alberola | ||
Zerlina | Mar Esteve | ||
Masetto | Xavier Casademont | ||
Commendatore | Jeroboám Tejera |
Dirección musical | Daniel Gil de Tejada | Maestros asitentes musicales | Andra Álvarez (sots-directora del Cor AAOS)/ Víctor Martínez / Juli Rodríguez |
Dirección de escena | Pau Monterde | Traducción sobretitulado | Jordi Torrents |
Asistente de dirección de escena | Miquel Gorriz | Adaptación sobretitulado | Glòria Nogué |
Diseño de escenografía | Elisabet Castells | Regidor de escena | Jordi Galobart |
Diseño de vestuario | Montse Figueras | Realización escenografía | Raül Vilasis |
Iluminación | Nani Valls | RB Creacions 1990, S.L. | Berta Vidal |
Vestuario | FOC | Maquillaje | Amparo López González |
Realización vestuario | M. Carmen Muñoz / Eva Selma | Peluquería | Júlia Ramírez |
Cor Amics de l’Òpera de Sabadell
Orquestra Simfònica del Vallès
PRODUCCIÓN Y ORGANIZACIÓN
Fundació Òpera a Catalunya
La acción transcurre en Sevilla, S. XVIII
Es de noche. Leporello, criado de Don Giovanni, está esperando a su amo ante la puerta de un palacio, mientras manifiesta su enfado por el tipo de vida que lleva, Notte e giorno faticar. De repente aparece Don Giovanni seguido por Donna Anna, furiosa, la cual quiere saber quién es, Non sperar se non me uccidi. Llega el Commendatore, padre de la chica, que desafía al libertino a un duelo. Luchan y el viejo cae muerto. Don Giovanni huye.
Donna Anna, que había entrado en casa, regresa con su prometido, Don Ottavio, para ayudar al padre, Ma qual mai s’offre. Encuentran el cuerpo sin vida del Commendatore y Donna Anna, desesperada, hace jurar a Don Ottavio que vengará este crimen, Fuggi, crudele.
En un lugar cercano aparece Donna Elvira, buscando a un hombre que le ha sido infiel, Ah, chi mi dice mai. Este hombre no es otro que Don Giovanni. Éste la oye y, sin reconocerla, le ofrece sus servicios. Cuando ve quién es, huye, dejando a Leporello como encargado de dar explicaciones a la dama. El criado la humilla recitándole la lista de conquistas del dueño, Madamina, il catalogo è questo. Donna Elvira, ofendida, se va.
Un grupo de campesinos celebra la boda de Masetto y Zerlina, Giovinette che fate all’amore. Don Giovanni los encuentra y, viendo la belleza de la novia, la toma bajo su protección. De paso, echa a Masetto, que se va lleno de rabia, La ci darem la mano. Aparece de repente Donna Elvira, que arrebata a Zerlina de las manos del seductor, Ah, fuggi il traditor. Llegan también Donna Anna y Don Ottavio, que explican a Don Giovanni lo ocurrido y le piden ayuda, algo que Don Giovanni les promete. Vuelve Donna Elvira, que pone a la pareja en guardia contra Don Giovanni, mientras éste les dice que está loca, Non ti fidar. Donna Elvira se va, seguida por Don Giovanni. Acto seguido Donna Anna reconoce, por la voz, a éste como el asesino de su padre. Vuelve a clamar venganza, Don Ottavio, son morta… Or sai chi l’onore. Don Ottavio queda solo y manifiesta sus dudas por el hecho de que un hidalgo haya hecho lo que su prometida dice, pero reafirma su amor por ésta, Dalla sua pace.
Vuelve Don Giovanni, acompañado por Leporello que explica al patrón que todos los campesinos están en su casa, de fiesta, y que se ha quitado de encima a Donna Elvira. Don Giovanni, eufórico, piensa ya en una noche llena de conquistas, Fin ch’han dal vino.
Masetto está enfadado con Zerlina. Ésta intenta reconciliarse y le pide que le pegue, Batti, batti… Cuando oyen llegar a Don Giovanni, se esconden, pero éste ve a la chica y la persigue. Al ver a Masetto lo deja estar y les invita a la fiesta en su palacio.
Llegan al palacio, con máscaras, Donna Elvira, Donna Anna y Don Ottavio con deseos de venganza, Bisogna aver coraggio.
La fiesta ha empezado y todos bailan. Las tres máscaras son invitadas a entrar.
Mientras bailan, Don Giovanni se lleva a Zerlina a otro cuarto para seducirla. La chica grita y todos los presentes acuden a ayudarla. Don Giovanni sale simulando que el agresor ha sido Leporello y quiere matarlo, pero las tres máscaras lo detienen, dándose a conocer diciendo que ya saben toda la verdad. Don Giovanni ha sido descubierto pero, a pesar de que todos le acusan y le rodean, afirma rotundamente que nada le da miedo y consigue escabullirse seguido por Trema, trema, o scellerato!.
Leporello está muy descontento con Don Giovanni y quiere dejarlo, Eh, via buffone!. El patrón le convence de lo contrario dándole más dinero. Luego sigue con su plan de seducciones: ahora le interesa la doncella de Donna Elvira. Para obtener sus favores, los dos hombres cambian los vestidos y sacan a Donna Elvira de su casa, Ah, taci, ingiusto core!. Ésta se va con Leporello pensando que es Don Giovanni y éste canta una serenata a la doncella bajo el balcón, Deh vieni alla finestra. Es interrumpido por Masetto y otros campesinos que lo buscan para matarlo. Don Giovanni, haciéndose pasar por Leporello, simula que se une a ellos y los dirige en diferentes direcciones, quedando él solo con Masetto, Metà di voi qua vadano, lo que aprovecha para darle una buena paliza. Masetto queda malherido. Sin embargo, aparece Zerlina, que promete cuidarlo y curarlo de una forma muy especial, Vedrai, carino.
En otro lado encontramos a Donna Elvira y Leporello, Sola, sola in buio loco. Llegan Donna Anna y Don Ottavio, y también Zerlina y Masetto. Creyendo todos que Leporello es Don Giovanni, quieren castigarlo de mala manera, a pesar de las súplicas de Donna Elvira. El criado, muerto de miedo, se da a conocer y todos quedan estupefactos. Leporello, viendo que van a por él, pide piedad, Ah, pietà, signori miei, y finalmente se escapa. Don Ottavio quiere hacer las cosas bien hechas y anuncia que expondrá el caso a la justicia, Il mio tesoro intanto. Donna Elvira, desesperada al verse nuevamente burlada por Don Giovanni, de quien está muy enamorada, manifiesta su contraste de sentimientos: venganza y amor a la vez, In quali eccesi… Mi tradi…
Don Giovanni y Leporello se reencuentran en el cementerio. Aquel explica al siervo con toda despreocupación todas las conquistas que ha hecho desde que se han separado. De repente, una voz de ultratumba le dice que dejará de reír antes de que se haga de día. Quien ha hablado no es otro que la estatua del Commendatore. Don Giovanni, furioso, ordena a Leporello que invite a la estatua a cenar, algo que el criado consigue hacer apenas, ya que está muerto de miedo, O statua gentilissima. La estatua acepta la invitación.
En casa de Donna Anna, Don Ottavio le pide tranquilidad y que se casen ya. Ella le dice que aún no y que no la presione, Crudele!… Non mi dir, bell’idol mio.
En el palacio de Don Giovanni todo está listo para cenar, Già la mensa è preparata. Don Giovanni entra y comienza a comer y Leporello le imita a escondidas, mientras una reducida orquesta toca los temas de moda. Llega Donna Elvira para hacer un último intento por salvar a Don Giovanni, L’ultima prova dell’amor mio. Éste no quiere saber nada y la invita a cenar. La mujer, desesperada, huye. Cuando ha salido da un chillido y Don Giovanni envía a Leporello a ver qué pasa. El criado también grita y vuelve asustado: está llegando la estatua del Commendatore, que llama a la puerta. Leporello se esconde y Don Giovanni debe abrir él mismo. La estatua entra y le dice que ha cumplido y que ahora es él quien le invita a cenar, Don Giovanni, a cenar teco m’invitasti. El libertino dice que no es un cobarde y lo acepta. Se dan la mano y Don Giovanni queda helado: es el frío de la muerte. La estatua y un corazón de espíritus infernales le exhortan al arrepentimiento antes de que sea demasiado tarde. Don Giovanni, firme hasta el final, se niega y es tragado por el infierno.
Llegan Donna Anna, Donna Elvira, Don Ottavio, Zerlina y Masetto, Ah! Dove è il perfido: vienen a buscar a Don Giovanni para llevarlo a la justicia. No lo encuentran y Leporello les cuenta lo ocurrido. Todos manifiestan su alegría por el castigo del libertino y acaban cantando una estrofa sobre la mala vida:
“Questo è il fin di chi fa mal!
E de’ perfidi la morte
alla vita è sempre ugual!”
(“¡He aquí el fin del malvado!
La muerte de los pérfidos
siempre es igual a su vida”).
Escrita en 1787, Don Giovanni pertenece a la serie de las seis grandes óperas compuestas por Mozart durante su época de madurez en Viena, es decir, durante la década que va de 1781 a 1791, año de su muerte. Si exceptuamos La clemenza di Tito, ópera exclusivamente seria, las otras cinco constituyen lo que podríamos considerar como un género operístico nuevo. Sin duda, El rapto del serrallo y La flauta mágica provienen del género alemán llamado Singspiel, de naturaleza popular, costumbrista, legendaria o mágica; y Las bodas de Figaro, Don Giovanni y Così fan tutte provienen de la ópera bufa italiana, de naturaleza caricaturesca y satírica. Pero en todas ellas Mozart hace estallar estos límites de género para crear una obra dramática global donde la seriedad y la comicidad se funden, donde el mundo de las emociones humanas revela la realidad de su naturaleza profunda y despliega al mismo tiempo su inagotable diversidad de matices.
El mito de Don Juan, que tan arraigado estaba ya en la cultura europea, logró en la ópera de Mozart su materialización más genuina y universal. Tal como argumenta Kierkegaard en el ensayo titulado El erotismo musical, la sensualidad no es un fenómeno conceptual, y por tanto no puede ser expresada en su esencia por un medio conceptual como es el lenguaje, sino que necesita las cualidades sensitivas de la música. Así pues, las primeras manifestaciones de este mito en el ámbito del teatro hablado (Tirso de Molina, Molière, etc.) tuvieron la función de poner el tema sobre la mesa, pero su condición de obras exclusivamente verbales las privó de transmitir su esencia.
Mozart, que tenía la música como medio consustancial de expresión, sí pudo transmitir esta esencia, pero las dimensiones de su obra no se limitan en absoluto a este hecho. Los autores literarios anteriores y posteriores a él tratan la figura de Don Juan como la de un ser humano individual que termina en el infierno a causa de sus excesos, y lo enmarcan en consideraciones religiosas o sociológicas. Mozart se muestra ajeno a este tipo de referencias y crea, con la clarividente inmediatez de la música, una figura situada más allá de la individualidad, una figura que se convierte en el principio encarnado de la sensualidad vital. Ciertamente, como encarnación de un principio es una fuerza vagamente amoral y por tanto potencialmente destructiva, pero al tratarse en este caso del principio de la sensualidad vital, esta fuerza resulta a la vez magnetizadoramente seductora y arrolladoramente resplandeciente. Hasta el punto de que, por primera y única vez en la historia de todos los Don Juanes, el espectro del Comendador no viene como mero representante de la divinidad a aplicar mecánicamente un castigo previamente decidido, sino que intenta hasta la extenuación rescatar de las llamas esa esencia tan luminosa. Naturalmente sin éxito, puesto que las fuerzas cósmicas no están provistas de nada que tenga que ver con los conceptos de “arrepentimiento” o de “conciencia”.
Alrededor de estos dos titanes giran a lo largo de la ópera unos personajes que se agitan entre los extremos más diametrales de tragedia y comedia, es decir, entre cuyos polos opuestos cuelga la azarosa fragilidad de la condición humana.
Pere-Albert Balcells
Profesor de música, investigador y divulgador musical
Don Giovanni o los límites de la libertad.
Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart es la ópera escogida para inaugurar la trigésimoquinta temporada de Òpera a Catalunya, hito importante de un proyecto que desde sus orígenes tiene como objetivo llevar a toda Cataluña producciones profesionales de ópera y convertirse en una escuela y plantel para los talentos líricos emergentes, principalmente de Cataluña.
Precisamente 35 eran los años que tenía Mozart cuando murió, en Viena, en diciembre de 1791 y Don Giovanni (estrenada en Praga en 1787) es considerada una obra de madurez; escrita ya pasada la treintena, una edad que, en esa época, se consideraba de plena madurez. Éste es, probablemente, uno de los primeros títulos de la historia de la ópera con un argumento moralmente bastante controvertido y con una temática que traspasa fronteras temporales y culturales. Mozart contó para el libreto con la colaboración de Lorenzo Da Ponte, poeta y dramaturgo profundamente defensor de las ideas ilustradas. La Ilustración, movimiento cultural e intelectual que tuvo como premisas principales la defensa de valores como la libertad, la igualdad, el conocimiento y la razón, llevó en ocasiones al extremo estas ideas. Don Giovanni es la viva imagen del libertino que, haciendo burla de todo, defiende la libertad sin límites morales ni sociales. No es de extrañar, dado que el propio Da Ponte tenía una tendencia al libertinaje que hace que podamos descubrir en el personaje de Don Giovanni un pseudo Marqués de Sade.
El argumento y figura del Don Giovanni de Mozart está inspirado en el drama español de Tirso de Molina, El burlador de Sevilla y convidado de piedra, obra que recoge por primera vez el mito español de Don Juan. Sin embargo, son numerosas las versiones y finales de la historia de Don Juan, pero Mozart y Da Ponte escogen un final moralista, plenamente acorde con el Clasicismo en el que debemos situar la ópera de Mozart y quizás también para compensar el escándalo de la representación de un personaje profundamente amoral. Don Giovanni es condenado a los infiernos gracias a la fantasiosa intervención de la estatua del Comendador, personaje asesinado por el propio Don Giovanni cuando el primero intentaba defender el honor de su hija engañada y casi violada por el libertino. Tras su desaparición, los damnificados por los reiterados ultrajes perpetrados por Don Giovanni aparecen en una última escena para interpretar un número conjunto en el que aleccionan al público con una moraleja: “Este es el final de aquellos que hacen el mal: la muerte del pecador siempre refleja su vida”. Un final obviado durante muchos años en las representaciones que, en pleno Romanticismo, se hicieron de la ópera de Mozart y que nos interpela todavía hoy sobre cuáles son los límites que nunca deben cruzarse en el respeto a la dignidad humana.
Mercedes Conde Pons
Directora artística adjunta del Palau de la Música Catalana.