de G. Verdi
MACBETH
Giuseppe Verdi
27/11/2020 – 29/11/2020
Ópera en cuatro actos (sobretitulada en catalán)
Duración: 3 h 15 min (incluye dos entreactos, de 20 y 15 min)
Texto de Francesco Maria Piave, con significativas aportaciones del compositor, y basado en la tragedia de Shakespeare (1605)
Estrenada en el Teatro della Pergola de Florencia, el 14 de marzo de 1847
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ENTRADAS
NOVIEMBRE
Sabadell, Teatre La Faràndula
FICHA ARTÍSTICA
Macbeth | Toni Marsol |
Lady Macbeth | Maribel Ortega |
Banco | Jeroboám Tejera |
MacDuff | Antoni Lliteres |
Malcom | Carlos Enrique Ortiz |
Dama de compañía | Carolina Fajardo |
Médico | Juan Carlos Esteve |
Dirección musical | Daniel Gil de Tejada |
Vestuario | AAOS |
Cor Amics de l’Òpera de Sabadell
Orquestra Simfònica del Vallès
La acción tiene lugar en Escocia durante el siglo XI.
Rayos y tormenta son la decoración idónea para la primera escena, en la que tres brujas están entrando en relación con lo sobrenatural. De repente, se oye el sonido de un tambor y se adentra en el refugio de las brujas un noble, acompañado de un amigo: son Macbeth y Banquo, que interrogan a las brujas; cada una de ellas saluda entonces a Macbeth profiriendo sendas profecías según las cuales el noble será señor de Glamis, de Cawdor y, pronto, rey de Escocia. Banquo, intrigado, les pide su opinión respecto a su propio futuro; ellas le pronostican que su descendencia estará formada por soberanos; los dos amigos se quedan muy sorprendidos ante las palabras de las tres mujeres. Aún no han salido de su asombro cuando llegan unos mensajeros anunciando la muerte del señor de Cawdor, con lo cual su título pasa a Macbeth. Este entonces empieza a preocuparse por la coincidencia de los hechos y a imaginar, a regañadientes, la forma de hacer realidad el tercer vaticinio, según el cual debe convertirse en rey.
Lady Macbeth ha sido informada por carta del hecho y de la repentina ascensión de su marido y, llevada por la ambición, imagina también el mejor camino para quedarse con la corona escocesa. Un lacayo entra y le comunica que el rey ha decidido pasar la noche en el castillo de Macbeth y que ya está a punto de llegar, acompañado de su hijo y del propio Macbeth; entonces la mujer sigue madurando los mismos propósitos sanguinarios, que, una vez que llega Macbeth, explica a su esposo; este, a pesar de su estado de ánimo favorable, duda de si debe seguir sus propósitos, pero la mujer lo convence. Llega la noche; Macbeth, asustado por la magnitud del crimen que está a punto de cometer, empieza a ver visiones: se le aparece un puñal que lo llena de temor; finalmente, suena la hora convenida y penetra en las dependencias del rey; animado por su esposa, se acerca al rey y lo mata de un golpe. Sin embargo, cuando sale de la cámara real, los remordimientos se han apoderado de él: oyó una frase de uno de los adormilados soldados a la que no pudo responder. Lady Macbeth lo tranquiliza como puede y le quita de las manos el puñal asesino, que deja caer disimuladamente entre la guardia para hacer recaer en otra persona el magnicidio y, luego, lava cualquier mancha que pueda levantar sospechas en los anfitriones. Poco después, llegan Banquo y Macduff; el primero se exclama de la crueldad de los elementos que le han impedido descansar; el segundo, que tenía el encargo de despertar temprano al rey, vuelve de su cámara sobresaltado por el terrible hecho que acaba de descubrir. Todos los habitantes del castillo se despiertan y, a coro, exigen que el magnicidio sea castigado.
Macbeth ha conseguido, efectivamente, hacer realidad el tercer vaticinio y se ha convertido en rey de Escocia, pero este hecho no ha llevado la tranquilidad a la pareja, ni contando con el hecho de que la culpabilidad del magnicidio ha recaído en el príncipe Malcolm, que ha huido a Inglaterra. Le preocupa el pronóstico de las brujas sobre Banquo y su real descendencia, que amenaza su estabilidad. Decide, de mutuo acuerdo con Lady Macbeth, deshacerse de Banquo y de su hijo en una cadena sanguinaria que no parece llegar a su fin.
Es de noche; en los alrededores del castillo de Macbeth unos malhechores esperan la llegada de Banquo y de su hijo Fleance a la fiesta; estos se presentan con mucha precaución por las sospechas que tienen de las intenciones de Macbeth; aun así, los bandidos se lanzan sobre ellos y matan a Banquo, pero Fleance, avisado por su padre, consigue huir. Todos los invitados al banquete de Macbeth llegan y saludan afectuosamente a su rey. La alegría que reina en el Gran Salón no impide, no obstante, que los remordimientos de Macbeth vayan minando su estado de ánimo, sobre todo cuando uno de los malhechores se acerca y le comunica la muerte de Banquo y la huida de su hijo. En ese momento, Macbeth se acerca al sitial destinado a Banquo y pretende sentarse en él, pero la visión de su fantasma no se lo permite. Los invitados se quedan muy sorprendidos ante la extraña actitud de Macbeth, que su esposa intenta aligerar haciendo un llamamiento a la alegría del banquete. Sin embargo, Macbeth sigue viendo la aparición y mostrando un estado de abatimiento que levanta sospechas entre todos los invitados a la fiesta acerca de su actitud ante los últimos hechos. Macduff se pone en pie y decide abandonar Escocia afirmando que no es el lugar adecuado para la gente honrada.
Cargado de remordimientos, Macbeth se acerca nuevamente al refugio de las brujas, decidido a conocer el destino que le espera a través de las fuerzas sobrenaturales. En un clima tenebroso y enfervorizado, aparece de entre la humareda una cabeza cubierta con yelmo que recomienda a Macbeth guardarse de Macduff; cuando el rey quiere saber más, la visión se desvanece; luego se presenta un muchacho ensangrentado que afirma que Macbeth puede continuar su camino sanguinario, ya que ningún hijo nacido de mujer lo podrá matar; esta aparición también se desvanece cuando Macbeth intenta saber más; la tercera aparición es un chico con corona real y con una rama en la mano, que le comunica que dejará de ser invencible cuando vea que el bosque de Birnam avance hacia él. Macbeth, entonces, entendiendo que este último vaticinio es imposible, pide a las brujas que averigüen el significado de la supuesta estirpe real de Banquo; en ese instante surge una tétrica visión: ocho reyes en fila, detrás de los cuales anda con pesar Banquo, que lleva un espejo. Macbeth, olvidando que se trata de fantasmas, se abalanza sobre ellos y, finalmente, pierde el conocimiento.
Lady Macbeth se presenta en el lugar y, cuando su marido ha vuelto en sí, le pide explicaciones sobre los augurios de las brujas; cuando Macbeth la ha informado sobre el destino que les espera, ambos deciden destruir el castillo de Macduff, aniquilar a su familia y continuar con sus propósitos sanguinarios para mantenerse al frente de Escocia.
En un lugar apartado y desierto en la frontera entre Inglaterra y Escocia, un grupo de refugiados que han tenido que abandonar sus casas debido a la crueldad de la represión de Macbeth entonan un canto de añoranza y de venganza seguido por el grito desesperado de Macduff, que se ha enterado de la suerte que les ha tocado a su esposa e hijos. Todos esperan con anhelo el momento de destronar al rey sanguinario y devolver la paz a su país. Un toque militar les advierte de la llegada de un ejército, al frente del cual va Malcolm, el heredero de la corona escocesa; este pide a los refugiados información sobre el lugar en que se encuentran. El príncipe es informado de que se halla en el bosque de Birnam; así pues, Malcolm ordena que sus soldados rompan ramas de los árboles y las usen para protegerse en la marcha hacia el castillo, y explica a los refugiados que se dirige al palacio para vengarse de Macbeth; Macduff está invitado, pero afirma que difícilmente podrá vengar la destrucción de que ha sido objeto; aun así, todos los presentes se disponen a marchar contra el castillo.
El médico real ha sido llamado por la dama de honor de la reina para que él mismo pueda comprobar el estado de excitación que consume a su señora; efectivamente, esta aparece en estado de sonambulismo y, frotándose las manos en un intento de limpiarse la sangre que cree tener en ellas, articula palabras que acaban convenciendo a los presentes de la culpabilidad de la reina en los hechos sanguinarios que han sucedido últimamente en Escocia. Después de su paseo onírico, la reina se vuelve, moribunda, a la cama. Mientras tanto, Macbeth, cada vez más abatido por los hechos que ha protagonizado, considera su desesperada situación, que se agrava cuando se le notifica la muerte de su esposa; de pronto, los soldados le anuncian que el bosque de Birnam se acerca al castillo; Macbeth ordena que todos los soldados estén preparados para la batalla final. Tiene lugar la gran batalla en la que Macduff y Macbeth se enfrentan; el rey está convencido de que su enemigo no puede matarlo, pero Macduff le explica que él fue sacado del seno de su madre antes de nacer; acto seguido le da muerte. Todos aclaman entonces a Malcolm, el nuevo rey de Escocia, y celebran felices el fin de una estirpe real que solo había llevado maldades al país arrastrado por la ambición y el deseo de venganza.
“Macbeth: asesinatos, visiones y brujas”
La décima ópera de Verdi supuso su primera aproximación a Shakespeare, su principal referente literario. Esta ópera representa uno de los paradigmas de la pasión de poder y se ha considerado una “ópera senza amore”, que atrapa por la construcción psicológica de los personajes principales. Se sirve de inteligentes combinaciones instrumentales y soluciones formales, como la rotura de la solita forma o scena (recitativo-aria-cabaletta), transiciones inesperadas, un abundante uso de tonalidades en modo menor para dotar a la obra de un carácter siniestro y de una integridad dramático-musical nueva en Verdi, que se afianzará a partir de Rigoletto, pese a las tentativas en Luisa Miller.
En este sentido, el uso dramatúrgico de la ornamentación vocal y el carácter di bravura de Lady Macbeth (con más peso que en Shakespeare) reflejan la avidez y ambición, como en la escena del sonambulismo del acto final, “Una macchia è qui tuttora”. De gran complejidad estructural, esta confesión del crimen que ha llevado al matrimonio al poder juega, con presencia del corno inglés como instrumento sígnico del dolor, sobre un obstinado de semicorcheas en la orquesta clausurado por un re bemol en ppp. El rol exige un registro agudo brillante, agilidad, un centro ancho y maleable y una gran dicción por los pasajes recitados.
El coro, tratado como un tercer personaje, también presenta páginas emblemáticas, como el “Patria oppressa” de los refugiados y exiliados en el acto IV y las escenas de brujas. La música de estas resulta convencional, risueña y para nada aterradora (pese a la tormenta inicial en el acto I) en una rara mezcla de recursos trágicos, cómicos y grotescos. Pero logran un peso infrecuente en la tradición italiana y canalizan el elemento sobrenatural, visionario, los hechizos, los maleficios y las alucinaciones de los personajes.
Entre estas alucinaciones sobresalen las de Macbeth cuando ve una daga ensangrentada (acto I) al acceder a cometer el primer crimen, y durante el brindis del acto II cuando se le aparece Banquo ya muerto. Ni Lady Macbeth lo puede serenar, y acabará clamando “Pietà, rispetto, amore”, consumido por la soledad y los remordimientos en un aria estructurada en tres partes (ABA’) que contrasta el lirismo (A) con la exaltación dramática de la sección central (B). Exige un fraseo cuidadoso, buen fiato para el canto ligado, un centro ancho y un timbre denso y oscuro, que se debe emparejar con unas grandes dotes escénicas que lo retraten como héroe, asesino y paranoico. Todo un monarca perdido por la envidia y la ambición, consciente de su fracaso, implora piedad y respeto, demostrando que el poder corrompe cuando no se ejerce desde la responsabilidad y la conciencia. Pero hay cosas que, hoy en día, solo suceden en la ficción.
Albert Ferrer Flamarich
Musicógrafo, historiador del arte, crítico del Diari de Sabadell y colaborador de los programas Parlem d’òpera y L’espia de Mahler en Ràdio Sabadell 94.6 FM